Las grandes avenidas de Valencia han estado durante todo el verano patas arriba, para proceder (por fin) a su reasfaltado, después de años donde los parches han sido la tónica general, y, francamente, conducir en Valencia era un poco incómodo, dada la abundancia de baches. Una de las zonas más necesitadas de este arreglo, era sin duda la Gran Vía Fernando el Católico, donde la cantidad de tránsito, las raíces de los árboles, y la falta de mantenimiento, desde las obras del Metro en los 80, han provocado que no baste con reasfaltar, sino que se ha tenido que profundizar y vaciar unos palmos la calzada, para reforzarla con viguetas y hormigón, antes de reponer la capa de asfalto.
No sin cierta sorpresa, al excavar, han aparecido intactas las vías del antiguo tranvía que pasaba por el carril de enmedio actual de las Grandes Vías, sepultadas por las sucesivas capas de adoquines y asfalto en estos últimos 30 años, por lo menos.
Estos raíles se han ido recortando y eliminando, lo cual ha supuesto un tiempo complementario al arreglo de la calzada. Como reflexión, cabe preguntarse cómo en tan poco tiempo hemos «elevado» el nivel de la ciudad unos cuantos palmos, ¡y lo que nos queda!
Los raíles eliminados se han ido transportando y han permanecido un tiempo todos juntos en una esquina de la Gran Vía, y suponemos que su destino final habrá sido cualquier desguace, donde definitivamente se enterrará una parte de la historia del transporte de la ciudad de Valencia.
Viendo la segunda foto que os ponemos, si no fuera por el MAN de la EMT que aparece, los raíles del viejo tranvía, junto al Seat 131 que aparece, formarían una estampa de hace unas cuantas décadas, no tantas, en que la «modernidad», una vez más, ha acabado sepultando los vestigios del pasado, que durante tantos años han acompañado a nuestros antepasados.